Del Pedir al Servir
Siempre me ha fascinado la palabra "servir", que en español (y también en inglés como "to serve") significa tanto dar, como ser útil.
Y como dicen por ahí, "quien no sirve, no sirve para nada".
Me gusta porque implica que se aumenta el valor de una persona en la medida en que da. Y en esta industria, muchas veces nos enfocamos en qué recibimos a cambio de nuestro trabajo en vez de pensar en lo que ofrecemos al otro.
Creo que precisamente ahí, es que cometemos un error. Nos la pasamos quejándonos de que bajan las tarifas o que es "complicado" ganarnos algo de altos estándares y, en el camino, muchos terminamos "mendigando".
La verdad, es difícil juzgar, teniendo en cuenta que, con los grandes cambios del mercado, muchos nos vemos afectados y, las cuentas no dejan de llegar; pero eso nos lleva a una mentalidad de escasez.
De un momento a otro, nosotros mismos nos volvemos "pobres" y dejamos de confiar en lo valioso que ofrecemos, simplemente por pensar demasiado en el "yo" y olvidarnos del "otro".
He encontrado como antídoto a esta mentalidad, el empezar a salir de ese centro del "necesito", a, no sólo, agradecer lo que se tiene, sino, empezar a, como dicen en las clases de Meisner (una técnica de actuación muy poderosa, que se centra en la autenticidad), poner el foco en el otro y todo el contexto que le rodea, para realmente comprenderlo y conectar.
Al pensar en el otro, los temores de "será que me alcanza", "seré lo suficientemente buen@", "no me valoran"… se desvanecen con mayor facilidad. Eso me lo enseñó Meisner, pero también al aplicarlo en la vida cotidiana, lo reafirmé muchas veces.
La invitación es, básicamente a aprender a pensar en quienes me buscan y generar una experiencia profesional que también impacte lo personal.
¿Qué necesitan LAS PERSONAS que me contratan?, ¿cómo puedo facilitarles la vida?
Muchos hablamos del temor de ser reemplazados por inteligencias artificiales, pero, finalmente quienes dirigen las empresas, son personas, que a su vez, quieren trabajar con seres humanos que les sirven para solucionar sus necesidades de manera mejor manera, aprovechando para aumentar su propio bienestar.
Siempre preferimos un contacto humano, porque sabemos que de por medio hay empatía. Que esa empatía nos ahora trabajo y tiempo y, que la curva de aprendizaje y confianza en los robots es realmente lenta; especialmente por la falta de verdadera conexión: tanto de las voces automatizadas con los clientes finales, como de las personas que nos contratan con quienes prestan un servicio de locución.
Si aprendemos a sentir un poco más como el otro, a darle el lugar a sus necesidades humanas y simplemente aprendemos a servirles desde la generosidad de nuestro corazón, es mucho más fácil que esas personas se fidelicen y quieran contratarnos, a pesar de ser más "caros" que una IA.
La gente quiere sentirse querida, cuidada, amada, valorada, apreciada. No sólo se trata de un talento que cumpla un objetivo de comunicación y que funcione para su bolsillo. Se trata de personas buscando ser reconocidas por un buen trabajo a un precio justo. Y ahí viene también la importancia de saber negociar. Conocer los topes económicos en el mercado de cada país y ser flexibles en los precios para que los clientes salgan también contentos.
Ser creativos a la hora de negociar: hay muchas variables adicionales al dinero con las que se puede conformar una buena oferta. Lo importante es mantener el valor percibido (no "regalarse"), saber vender el producto con diferenciadores que nuestros clientes también puedan usar para conseguir el presupuesto justo y a la vez, saber cómo cuidar esa relación con él, sabiendo siempre que el centro debe ser servirle.
¿Qué estamos haciendo para eso?
No me refiero ni mucho menos a la actitud de "arrodillarse". Cuando uno entra en prácticas de ese género, disminuye el valor percibido de su servicio. A veces se pierde un negocio pero esa declinación de la oferta se convierte en referente de la industria y ayuda a que en futuros proyectos, haya negociaciones mucho más justas para todos.
Se trata entonces, de un manejo de cliente, donde éste se sienta cómodo trabajando con nosotros y le provoque llamarnos, porque sabe que somos buenos, tanto desde la parte profesional, como personal.
Escuchar, conectarse desde lo profundo, ser cálidos, entretenidos, veloces, elocuentes, precisos, capaces, acorta el trabajo de muchos.
Entrenarnos, proponer, investigar, ser confiables en todos los puntos del proceso (desde el primer llamado hasta el momento del pago), es crucial.
He conocido a más de un cliente que deja de llamar a locutores sólo porque se demoran en mandar las cuentas de cobro o no cumplen con los requisitos para facturar.
Detalles tan simples como preguntar con precisión, qué necesidad tiene un cliente, para realmente satisfacer lo que necesita, es ya una forma de ofrecer un mejor servicio.
No todo es el dinero, son los pequeños detalles los que cuentan. Y tú, ¿cómo enamoras a tu cliente?, ¿qué hace que tu servicio sea ganador y memorable?
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